Caracoles

el llanto de los caracoles dejó sus miradas blancas, congeladas

sus pechos vacíos

los espejos se hacían trizas dentro de sus cuerpos

dolía como agujas punzantes

se oía agudo e infinito

la prudencia del miedo facilitó la pérdida

y ahí se encontraba una vez mas.

Pequeño gigante

me hundo chiquita en el cerro bajo la luna,

luna mala que me aplasta,

                         me sepulta,

el paso me sepulta

muero en tus palabras una muerte lenta...

la felicidad se descascara y el tallo aún no crece

cobarde

Plexo solar

un pensamiento que enciende mi corazon
un sentimiento que vuela mi cabeza
los pies te sintieron, luego mis hombros,
                                           mi ombligo, mis piernas...
se eleva por mi nariz hasta el universo,
donde no hay distancias ni fronteras
donde somos 
             sin sufrir, sin esperar

Mis sordas palabras

las aguas de mi pecho están agitadas
hay un precipicio al fondo de este dulce abismo
estoy a salvo en un puente, o parada en un trampolín?


(Jul 2011)

Cavilaciones

los titulos dan contenido a la forma o forma al contenido? a veces actúan como límites que marcan el camino a seguir, pero justamente hacen eso, limitan. a quién le sirven los títulos? de qué nos resguardan? a veces son coronación de algo que a pesar del título tomó forma, y es necesario nombrarlo.

Las cosas simplemente son, con o sin nuestro consentimiento; verlas, aceptarlas, nombrarlas, ubicarlas acá o allá, sólo nos ayudan a ordenar el caos que es la multiplicidad de eventos que conforman nuestras vidas. Todo el significado que se esconde detrás de los títulos no es mas ni menos que nuestras proyecciones sobre eso, que al fin y al cabo no existen, han sido solo imaginadas.

Enfrentarse a un plato de comida,
enfrentarse a su composición,
enfrentarse a su concepción.
El horizonte comprendido en él,
la línea de vida que podemos trazar 
a partir de su falta, del exceso.
El contexto externo e interno
harán de un plato de comida un amigo o enemigo,
que nos enfrente con una realidad,
                  la nuestra,
la de todos.
El plato de comida que excluye, que alimenta, 
que daña, el que nutre...

La elite acaricia sus paladares
con delicias de otras tierras 
y vomita la tristeza que esta alegría le provoca.
Qué como? por qué como? qué alimento?
Enfrentarse a un plato de comida,
con los ojos del alma abiertos,
con conciencia de sí y de la invisibilidad del mundo, no es fácil.

La tierra

Los huesos desnudos pelean con el fervor de la carne ardiente

A campo abierto, castigados con la inclemencia de la necedad humana

El viento sopla confundido,

                                   duele y esperanza

Tan simple e inconmensurable,

Cómo decirlo? Cómo compartirlo?

La tierra clama paz pero la violencia brota de nuestros poros

Como perros de la calle, hambrientos y olvidados de todo,

buscamos las migajas de una fiesta que aún no termina

Alma tardía

sus preguntas en mi piel
   buscan la revolución.
soy libre,
        tengo piernas y palabra para ver amanecer nuestros años,
vení con tu dolor nuevo
     que la lluvia comenzó a caer.

De vuelta en casa

luna amarilla
luna melosa y calma
el dulce pesar del día merodea mis párpados,
el pecho se refugia en la caja fuerte de mi cuerpo
y encuentra alivio en la inmensidad de la tierra

la isla

desde el contorno redondeado del universo temporal, pienso ideas que se erigen como puentes colgantes sobre vertiginosas alturas. me repliego al momento presente para no caer, huyo de la inmensidad y de lo inabarcable de mi imaginación 

A veces...

hoy, hoy, hoy, te vi brillar
hoy, hoy, hoy,
te vi
brillar con todos tus colores
entraste en el abismo de mis ojos
y los inundaste de color
hoy, hoy, hoy
brille con vos
con todos tus colores
hoy, hoy, hoy,
te vi

El fin

El fin es pequeño, es naranja y frío, es un cubito de acrílico que accidentalmente cayó en mi cartera. Buscaba las llaves de mi casa y lo encontré, haciéndose el distraído, pretendiendo no saber que allí estaba. Lo tomé con el pulgar y el índice de mi mano derecha, como quien levanta un bicho raro del piso. Lo acerqué a mi cara, lo olí, me puse vizca de mirarlo tan de cerca, lo examiné...y nos reconocimos. Recién ahí alzó sus fríos ojos y la verdad nos tiñió como una gota de tinta al agua...

De repente

tu nombre latente, presente
se escurre en mis pensamientos...
las letras se alborotan, las vocales se rebelan,  
y mis labios, sin permiso te pronuncian

de azul

estos pechos míos, 
                             libres
contorneados por el viento, 
                                        pequeños,
                                                 cálidos...
decididamente te miran insolentes
no quieras contenerlos con tus manos
ni envolverlos con tu dulce lengua...
estos pechos albergan alegría vital,
       y un mar que devora.